Pasan y pasan los días y yo simplemente sigo extasiado por el que he calificado como el mejor concierto al que he asistido.
Durante todo el día e incluso en el trayecto hacia el recinto en el que se llevaría a cabo tal evento, mi mente se concentraba en cosas totalmente ajenas a lo que en algunas horas iba a presenciar, simplemente no sentía esa euforia, esa emoción que en cualquier otro día de concierto hubiera experimentado. El cansancio de haber empezado mi día a las 5 de la mañana se hacia cada vez más presente, obligándome a bostezar en repetidas ocasiones mientras el carro en el que iba se abría paso ante el estresante tráfico que uno puede encontrar a las 19 horas en cualquier avenida importante de la Ciudad de México.
Después de poco más de una hora de camino llegamos al lugar en cuestión, y aunque el ambiente entre la gente era de expectación, mi mente se negaba a contagiarse de aquella emoción, a decir verdad estaba muy tranquilo, tal vez demasiado, aún después de ver la gran cantidad de gente que llegaba a la cita. No fue sino hasta que bajé las escaleras del puente que cruza Churubusco que el cansancio se esfumó de mi cuerpo y pude al fin concentrarme enteramente en la experiencia que estaba a punto de vivir, el ver esa cantidad de gente que se avalanzaba determinantemente hacia la entrada del foro, me dió la suficiente carga de adrenalina para despertar por completo y ahora sí sentirme parte de ese magno evento.
Ya en el interior, todos buscaban el lugar idóneo para ver el espectáculo, algunos se acomodaban en el piso para esperar los últimos 40 minutos, otros saltaban en su lugar para liberar la tensión que generaba la espera. Como fondo en el escenario podía apreciarse un radio muy antiguo, arriba de el, un avión de guerra y un pequeño soldado de juguete, del lado izquierdo, una botella de whiskey; yo creí en un principio que todo eso estaba realmente armado en el escenario y que la botella era un inflable enorme, pero cuál iba a ser mi sorpresa que exactamente al 10 para las nueve, una mano gigante sosteniendo un cigarro en los dedos aparecía encendiendo el radio que se proyectaba en una pantalla gigante de alta definición.
Viejas canciones de rock se escucharon como preludio al concierto mientras en la pantalla se podía apreciar cómo alguien disfrutaba de la música, una copa y un buen cigarro. Exactamente a las 9 de la noche, las luces se apagaron y en el enorme radio se escuchó "in the flesh". Los gritos y silbidos de emoción se escucharon mientras casi todos levantaban sus manos ante la presencia de un genio musical que estaba dispuesto a hacer pasar un muy buen rato a todos los asistentes.
Tal vez fué por las grandes y constantes nubes del humo proveniente de los cigarros y hitters pero, a partir de ese momento, todo el concierto para mi fue como teletransportarse a otro lugar, fue como estar en un muy largo y placentero trance; cada nota y sonido de todas las melodías penetraron en mi cabeza y me llevaron a un mundo del que no hubiera querido salir.
El concierto se dividió en tres partes, en la primera pudimos disfrutar canciones consagradas de Pink Floyd como "mother", "shine on your crazy diamond", "wish you where here", "have a cigar", etc., de igual manera canciones propias de Roger Waters, por ejemplo, una llamada "leaving Beirut". La segunda parte estuvo dedicada a la ejecución de uno de los mejores discos de rock que existen en el planeta: "The Dark Side of the Moon". Para la tercera (que en realidad formaba parte de la segunda, ya que solo hubo un descanso), "another brick in the wall (part II)", "Vera" y "confortably numb" pasaron lista de presencia para cerrar el espectáculo con broche de oro.
Para el final de la primera parte, mientras "sheep" era ejecutada, un enorme cerdo se paseó volando por encima del publico dejando ver algunos mensajes escritos en su cuerpo: "Cerdo-Bush, derriba el muro de la frontera", "Kafka rules ok, habeas corpus matters", "libres al fin", "saquen a Bush". Después del paseo, el mensajero rosa se liberó de sus ataduras y emprendió su viaje al cielo para perderse en la oscuridad de la noche, entre el público se escuchaba: "que caiga en mi casaaaaaa!", luego, bolas de fuego intenso aparecieron al lado del escenario enmarcando aquél inverosímil espectáculo. Durante la espera de la segunda mitad del concierto, de las bocinas salía un sonido que emulaba una fuente, y en la pantalla, se apreciaba un círculo que cada vez se hacía más grande, distinguiéndose al final una enorme luna llena que parecía tan real como la que ascendía en el cielo por detrás del escenario.
Sin lugar a dudas el climax de la velada llegó cuando durante "brain damage" y "eclipse", sobre el escenario apareció un gran prisma hecho con laser por el cual pasaría un haz de luz blanca para defragmentarse en colores, emulando la portada del disco, girando y haciéndonos parte del evento al ser tocados por el haz de luz que contenía los colores del arcoiris.
Después de que "confortably numb" terminara y de que el Señor Waters diera las gracias, nadie quería moverse, todo mundo parecía estar catatónico ante tal espectáculo que ahora llegaba a su fin. Ahora todos volvíamos a la realidad, una en la que más de 45,000 personas intentaban salir de aquél recinto, una en la que el metro estaba cerrado, en la que los peseros te cobran 25 pesos por llevarte a San Angel "en calidad de sardina", pero también, en la que existen oportunidades para presenciar espectáculos de ésta magnitud que te permiten olvidarte y a la vez hacerte más consciente de los problemas económicos, sociales y políticos que se viven en el mundo.
Con esto termino esta trilogía de pequeños escritos dedicada a la que considero una de las mejores bandas en la historia de la música contemporánea, y en lo particular, a quien se convirtió en el genio creativo esa extinta agrupación.
Durante todo el día e incluso en el trayecto hacia el recinto en el que se llevaría a cabo tal evento, mi mente se concentraba en cosas totalmente ajenas a lo que en algunas horas iba a presenciar, simplemente no sentía esa euforia, esa emoción que en cualquier otro día de concierto hubiera experimentado. El cansancio de haber empezado mi día a las 5 de la mañana se hacia cada vez más presente, obligándome a bostezar en repetidas ocasiones mientras el carro en el que iba se abría paso ante el estresante tráfico que uno puede encontrar a las 19 horas en cualquier avenida importante de la Ciudad de México.
Después de poco más de una hora de camino llegamos al lugar en cuestión, y aunque el ambiente entre la gente era de expectación, mi mente se negaba a contagiarse de aquella emoción, a decir verdad estaba muy tranquilo, tal vez demasiado, aún después de ver la gran cantidad de gente que llegaba a la cita. No fue sino hasta que bajé las escaleras del puente que cruza Churubusco que el cansancio se esfumó de mi cuerpo y pude al fin concentrarme enteramente en la experiencia que estaba a punto de vivir, el ver esa cantidad de gente que se avalanzaba determinantemente hacia la entrada del foro, me dió la suficiente carga de adrenalina para despertar por completo y ahora sí sentirme parte de ese magno evento.
Ya en el interior, todos buscaban el lugar idóneo para ver el espectáculo, algunos se acomodaban en el piso para esperar los últimos 40 minutos, otros saltaban en su lugar para liberar la tensión que generaba la espera. Como fondo en el escenario podía apreciarse un radio muy antiguo, arriba de el, un avión de guerra y un pequeño soldado de juguete, del lado izquierdo, una botella de whiskey; yo creí en un principio que todo eso estaba realmente armado en el escenario y que la botella era un inflable enorme, pero cuál iba a ser mi sorpresa que exactamente al 10 para las nueve, una mano gigante sosteniendo un cigarro en los dedos aparecía encendiendo el radio que se proyectaba en una pantalla gigante de alta definición.
Viejas canciones de rock se escucharon como preludio al concierto mientras en la pantalla se podía apreciar cómo alguien disfrutaba de la música, una copa y un buen cigarro. Exactamente a las 9 de la noche, las luces se apagaron y en el enorme radio se escuchó "in the flesh". Los gritos y silbidos de emoción se escucharon mientras casi todos levantaban sus manos ante la presencia de un genio musical que estaba dispuesto a hacer pasar un muy buen rato a todos los asistentes.
Tal vez fué por las grandes y constantes nubes del humo proveniente de los cigarros y hitters pero, a partir de ese momento, todo el concierto para mi fue como teletransportarse a otro lugar, fue como estar en un muy largo y placentero trance; cada nota y sonido de todas las melodías penetraron en mi cabeza y me llevaron a un mundo del que no hubiera querido salir.
El concierto se dividió en tres partes, en la primera pudimos disfrutar canciones consagradas de Pink Floyd como "mother", "shine on your crazy diamond", "wish you where here", "have a cigar", etc., de igual manera canciones propias de Roger Waters, por ejemplo, una llamada "leaving Beirut". La segunda parte estuvo dedicada a la ejecución de uno de los mejores discos de rock que existen en el planeta: "The Dark Side of the Moon". Para la tercera (que en realidad formaba parte de la segunda, ya que solo hubo un descanso), "another brick in the wall (part II)", "Vera" y "confortably numb" pasaron lista de presencia para cerrar el espectáculo con broche de oro.
Para el final de la primera parte, mientras "sheep" era ejecutada, un enorme cerdo se paseó volando por encima del publico dejando ver algunos mensajes escritos en su cuerpo: "Cerdo-Bush, derriba el muro de la frontera", "Kafka rules ok, habeas corpus matters", "libres al fin", "saquen a Bush". Después del paseo, el mensajero rosa se liberó de sus ataduras y emprendió su viaje al cielo para perderse en la oscuridad de la noche, entre el público se escuchaba: "que caiga en mi casaaaaaa!", luego, bolas de fuego intenso aparecieron al lado del escenario enmarcando aquél inverosímil espectáculo. Durante la espera de la segunda mitad del concierto, de las bocinas salía un sonido que emulaba una fuente, y en la pantalla, se apreciaba un círculo que cada vez se hacía más grande, distinguiéndose al final una enorme luna llena que parecía tan real como la que ascendía en el cielo por detrás del escenario.
Sin lugar a dudas el climax de la velada llegó cuando durante "brain damage" y "eclipse", sobre el escenario apareció un gran prisma hecho con laser por el cual pasaría un haz de luz blanca para defragmentarse en colores, emulando la portada del disco, girando y haciéndonos parte del evento al ser tocados por el haz de luz que contenía los colores del arcoiris.
Después de que "confortably numb" terminara y de que el Señor Waters diera las gracias, nadie quería moverse, todo mundo parecía estar catatónico ante tal espectáculo que ahora llegaba a su fin. Ahora todos volvíamos a la realidad, una en la que más de 45,000 personas intentaban salir de aquél recinto, una en la que el metro estaba cerrado, en la que los peseros te cobran 25 pesos por llevarte a San Angel "en calidad de sardina", pero también, en la que existen oportunidades para presenciar espectáculos de ésta magnitud que te permiten olvidarte y a la vez hacerte más consciente de los problemas económicos, sociales y políticos que se viven en el mundo.
Con esto termino esta trilogía de pequeños escritos dedicada a la que considero una de las mejores bandas en la historia de la música contemporánea, y en lo particular, a quien se convirtió en el genio creativo esa extinta agrupación.