-Nota y primer alerta al lector.- La presente entrada comenzó a escribirse aproximadamente a la 1:30 de la mañana dentro de un automóvil con dirección a mi casa, la he terminado más de doce horas después debido a que en algún momento llegué a mi casa y se presentaron obstáculos tecnológicos para continuar con la escritura, además de siestas intermitentes, fríos inclementes y hambres urgentes.
La foto muestra lo nublado del primer día del año, igual que lo fue el primer día del año que ya terminó. A pesar de ello, la luz siempre encuentra la manera de hacerse presente, aunque sea por reflejos.
Lo que a continuación leerá lo hará bajo su propio riesgo, si conoce al autor, podrá dilucidar el sinsentido de sus argumentaciones e ideas planteadas, si no lo conoce, tal vez debería...
Ha pasado un año desde la última vez que escribí en este blog. Me es grato decir que muchas cosas positivas han ocurrido durante este tiempo (también malas, pero el equilibrio debe manifestarse de alguna manera). La más sobresaliente, en lo que al campo académico se refiere, se materializó con el término de mi carrera universitaria. Así, es, aunque no lo parezca, tengo una licencia (ahora en trámite administrativo) para ejercer el derecho, irónicamente tomé protesta con el brazo izquierdo levantado.
Este es un logro que sin lugar a dudas considero trascendente, ya que es el fruto de aproximadamente veintiún años de interacción académica constante (llámese ir a un recinto a que a uno le inculquen ideas -uno nunca deja de aprender-), después de los cuales puedo decir que nunca reprobé, recursé o hice algún examen extraordinario de alguna materia. En realidad no se qué significado real tenga lo que acabo de escribir, podría ser que a la vista de los demás pueda considerarme una persona constante y dedicada, o bien, que me he privado de situaciones que podrían darme una perspectiva más amplia de la que tengo hoy en día (ahora me vienen a la mente las palabras de muchos que me decían: "si nunca has hecho un extra, no has vivido"). Como quiera que sea, la razón de que tal hecho haya acontecido no se debe a una obsesión por ser el mejor o por tratar de sobresalir, nada más alejado de la realidad, cuestión absolutamente comprobable para aquéllos que me conocen, ya que pienso firmemente que la trascendencia y notoriedad no son aspectos que se obtienen por aquéllo que uno posea o haya logrado ("dime qué o cuánto tienes y te diré quién eres"), sino que debe ganarse con las acciones y actitudes que llevamos a cabo día a día.
Con esto solo pretendo dejar en claro que una persona es perfectamente capaz de alcanzar las metas que se propone, claro, la influencia de las personas que se encuentran en nuestro entorno es toral. Al respecto tengo que decir que la culminación de mis estudios responde a la influencia de muchas personas, en realidad, de todas y cada una de las personas a las que he tenido la fortuna de conocer ya que cada una ha aportado en mayor o menor medida un tanto de su esencia que me ha permitido descubrir y conocer aspectos de mi persona que han repercutido directamente en todos y cada uno de los actos que he realizado. Para que alguien pueda lograr las metas que se propone hace falta, antes que nada, que existan metas. ¿Qué podría ocurrir si alguien de pronto se encuentra sin anhelos?
Es claro que las aspiraciones representan la base fundamental de nuestros logros, una vez que se cuenta con una idea perfectamente visualizada de aquéllo que queremos realizar, el camino para llegar a ello en absoluto se torna complicado, la complicación se encuentra en el momento de gestación de la idea o anhelo en cuestión. Somos absolutamente libres de hacer lo que queramos y a la vez, somos nosotros los primeros que ponemos límites a nuestro actuar.
Las leyes son una representación abstracta de aquéllo que el ente social considera que, de manera general, son sus límites. Dentro de toda la gama de ramificaciones que podemos encontrar en el basto y cambiante campo del derecho, considero que la más primitiva (esto es, aquella que responde a aspectos en extremo básicos del actuar humano) se encuentra en la rama penal, aquélla que se dedica a estudiar y en su etapa final, juzgar crímenes o delitos, actos que la sociedad considera peligrosos para su propia existencia (no puede existir sociedad si la misma se aniquila). A razón de ello, los primeros límites que nos establecemos se configuran en aquéllos que permiten el completo desarrollo de nuestra existencia, vivir. Claro está que siempre existirá un riesgo constante de que un día por la calle nos encontremos a alguien que haya decidido no establecer o hacer caso a ese límite personal y social o que simplemente se encuentre en una etapa experimental de su vida en la que haya decidido explorar la infinita cantidad de posibilidades que le ofrece su eterna libertad, y justo el día en que nos lo encontremos, en lugar de dar un abrazo, haya decidido dar un balazo.
Nuestra completa libertad nos afecta en la medida en que nos hacemos responsables de las consecuencias de los actos que llevamos a cabo, de igual forma, afecta a las personas que nos rodean. Aristóteles definía al hombre como un zoon politikon, ya que a la par de los animales, somos seres sociales, pero debido a la capacidad de razonar, somos a la vez políticos. Con éste término quiero hacer referencia a las reglas o límites que establecemos personalmente y que representan nuestras bases para regir nuestros actos dentro del ente social, y en un segundo plano, a la intervención que se pudiera tener en los asuntos públicos estatales, ya que los primeros traerán como consecuencia en mayor o menor grado a la segunda. Así entonces, las decisiones que tomemos y finalmente, los actos que llevemos a cabo tendrán repercusión en el entorno en que nos desarrollemos, afectando directamente a las personas que se encuentren más cercanas a nosotros para continuar extendiéndose en tiempo y espacio.
Como es apreciable desde este punto, a pesar de nuestra aparente individualidad y de que pensemos que las decisiones que tomemos no tendrán más afectación que hacia nosotros mismos, en realidad pertenecemos a un ente que en sí representa una totalidad, entidad que de alguna u otra forma buscará encontrar un equilibrio a razón de lo que se considere permitido o no socialmente, el derecho. En este punto es preciso decir que el derecho no es la panacea para todos los problemas sociales que puedan presentarse, de hecho, puede convertirse (lo es) en un problema social en sí y bastante fuerte, ya que quien o quienes tienen el poder fáctico dentro de un estado, serán quienes dicten las leyes y quienes velarán por su correcta aplicación, mismas que responderán a su muy particular forma de entender los límites que se deben tener, o bien, a sus propios intereses. De esta forma puede verse al derecho como un medio `e control, ya que a través de él y de la capacidad de hacerlo valer (la forma al parecer más efectiva y utilizada hasta ahora es la violencia, por ello el derecho internacional aún tiene como estandarte a la buena fe, ya que las instituciones que promueven la paz mundial y el correcto desarrollo de los países, no podrían a la vez ser la fuente de la guerra, ¿o si? -George Orwell en 1984 hacia referencia a que: "la guerra es la paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza-) es posible moldear el desarrollo de un país o conjunto social, moldearlo a razón de la percepción de individuos que muchas veces no han tomado plena conciencia del entorno en el que se desarrollan.
Es imposible que alguien que carezca de control de sí mismo pueda controlar alguna otra cosa, mucho menos a un país. Ir en contra de un sistema establecido y completamente arraigado, de una maquinaria que se ha vuelto tan grande y pesada, es infructuoso y en extremo complicado. Tratar de derribar una muralla requiere de un trabajo incansable, pero este también debe ser efectivo. Por ello considero que los cambios sociales deben empezar como cambios individuales. Se ha demostrado que las revueltas sociales que no encuentran bases sólidas y solamente son propiciadas por descontentos carentes de objetivos concretos e inamovibles, a largo plazo se transforman en monstruos amorfos y peligrosos, aniquiladores. Debemos ser conscientes a nivel individual de que formamos parte de algo mucho más grande, en ese sentido, debemos asimilar que todos los actos que efectuemos traerán como consecuencia resultados que repercutirán mucho más allá de nuestro hogar y así, empezar a desenmarañar nuestro interior en busca de aquéllo que realmente queremos. La plena conciencia puede darnos la pauta para marcar nuestros límites, mismos que serán orgánicos, es decir, propiciarán la armonía y permitirán un completo desarrollo de la vida en función de un bienestar equilibrado. En este punto, el derecho como ho conocemos ya no tendría una aplicación real, ya que cada individuo tendría en su interior los aspectos generales que le permitirían desenvolverse en el entramado social, aquí podría encontrarse un sentido o explicación para el seppuku o hara-kiri, suicidio que responde al hecho de evitar cualquier tipo de deshonra derivada de la realización de un delito o falta.
Segunda alerta al lector: si decidió comenzar con la lectura de este texto, debo informarle que a continuación se verterán aún más ideas utopistas o delirantes de las ya expresadas a las que tal vez no se les encuentre sentido alguno, si no está preparado para leer sandeces, deténgase ahora y utilice la herramienta de comenparios para hacer sentir bien al autor, de lo contrario, continúe bajo su propio riesgo.
Aquí podríamos pensar que al igual de lo escrito anteriormente, resultaría muy subjetivo conceptualizar al honor y en ese orden de ideas podría caerse en la misma falacia. No es así, la conciencia es la herramienta fundamental para que ello no suceda. El único lugar en el que podemos encontrar cohesión para nuestra aparente individualidad es en nuestra propia esencia humana. Resulta común la frase que reza: "en esencia, todos somos iguales", y no es que lo seamos, sino que, en esencia, todos somos lo mismo.
Creo que en este año que acaba de terminar he reafirmado muchas ideas que se encontraban en mi cabeza, cuestiones que en absoluto considero absolutas (jaja...), debido a que en este mundo todo es cambiante, nada se encuentra estático. Una de ellas es la aplicación inequívoca de la verdad. Conducirse con verdad en cualquier aspecto de la vida es fundamental para lograr tomar plena conciencia de quiénes somos; como anteriormente lo mencioné en relación con la sociedad en general, los únicos límites que debemos rechazar son aquéllos que restrinjan nuestro desarrollo a plenitud, la producción de ideas, arte, la armonización con nuestro entorno, con nosotros mismos.
Así, con una exploración a conciencia, real y verdadera de lo que somos, podemos dilucidar armónicamente lo que queremos. En algún otro momento en este blog publiqué algo acerca del amor y de cómo éste también debería regir nuestro actuar (creo...), pues bien, ahora considero que el amor no es más que la comunión de nuestra dualidad, compuesta por el lado emocional y el racional. El amor muchas veces es comprendido de muy distintas formas y en otras tantas confundido con otra serie de conjunciones entre razón y sentimiento que no son armónicas (querer querer no basta, hay que querer querer en conciencia y en armonía), esto trae como consecuencia que el sufrimiento y la depresión se hagan presentes y que nos adentremos en una serie de mentiras que nos palían las afecciones al mismo tiempo que nos alejan de nuestra esencia. Como consecuencia de una de tantas caminatas sin música surgió esta frase: "en la búsqueda de la soledad, nos conformamos con la vaguedad de nuestras mentiras".
Considero que la soledad no es un aspecto negativo, por el contrario, a través de la soledad podemos encontrar la integridad de nuestra persona, cuestión que nos hará tomar mayor conciencia de lo que somos, sentimos y queremos, de nuestra esencia. Según yo, en la plena soledad es donde podemos darnos cuenta de que en realidad no lo estamos. Las mentiras que a diario nos inventamos hacia nosotros mismos, consecuencia de experiencias, acontecimientos traumáticos, codicias, ambiciones, desorientaciones, etc., se proyectan en actitudes y decisiones que a su vez provocarán tanto en nosotros como en los demás, una cadena interminable de proyecciones mentirosas o egos que nos alejen cada vez más de nuestra esencia. La soledad a la quiero referirme no es una soledad física, eso es imposible (recordemos el zoon politikon), la soledad a la que me refiero es una soledad de pensamiento, libre de dependencias o mentiras, de vicios. Existen personas que al llevar al extremo este tipo de soledad, aislándose completa y literalmente de todo tipo de influencia, al menos directa, logran una conexión plena con su conciencia esencial (los yoguis o lamas por ejemplo). Hacer un cambio tan radical en nosotros podría resultar extremadamente difícil (que no imposible), por ello, solo hago referencia a la soledad intelectual, aquélla que nos permita dilucidar con claridad qué es lo que queremos y hacia dónde deseamos llegar.
Bien podemos pasar una vida tratando de experimentar la infinita cantidad de posibilidades que nuestra libertad, aún coartada por aquéllos límites que nos permiten existir, nos brinda; en ese viaje podemos encontrar una infinidad de cosas, situaciones, artes, oficios, ideas, personas, etcétera que nos atraigan y que queramos explorar más profundamente, ante todo, la única manera en que podemos guiar tal libertad tan inmensa es a través de nuestros gustos, mismos que deben ser verdaderos y conscientes.
La vida es tiempo, y para nosotros, en lo que a este plano existencial se refiere, es finita (nadie tiene certeza plena de que no sea así), de esta forma, es preciso disfrutar cada instante sin apego alguno (la vida como tal tampoco debería ser un apego) pero con conciencia plena, conciencia que sin lugar a dudas lleva aparejada una dosis de responsabilidad. Los objetos materiales pueden representar un apego enorme para nosotros, ya sea por su valor comercial o sentimental; no hay que dejar de ver que dichos objetos son solo eso, y que por ninguna circunstancia podrán llegar a tener mayor valor que el que nosotros les podamos dar, es verdad que con el suficiente dinero uno puede hacer prácticamente lo que se le venga en gana, no obstante, el tamaño de la falacia en la que estaríamos cayendo iría en función del fin que quisiéramos perseguir al utilizarlo, "la intención es lo que cuenta", bien reza el dicho. En este orden de ideas, el salario no debería ser una manera de comprar la mano de obra que las personas pueden proporcionar -eso es esclavitud-, debería considerarse como la remuneración directa por la ayuda otorgada para alcanzar un fin esencial; aquí cabría hacer entonces una reflexión de las distintas maneras que existen para obtener un salario y los fines que se persiguen al efectuar el trabajo por el cual se percibe, de encontrar alguna cuestión que sea contraria a lo que consideremos como correcto o esencialmente verdadero, habrá que buscar la manera de intentar cambiarlo, no radiacalmente (ello conllevaría a que pudiéramos quedarnos sin fuentes de ingresos que nos permitan hacernos de las herramientas con las que planeamos alcanzar nuestros propios fines conscientes, circunstancia que igual sería benéfica ya que de actualizarse, nos permitiría al fin experimentar a plenitud una vida ascética -sí, quiero ser un ermitaño y qué?!?!?!-), sino a través de compartir las experiencias que de ahí podamos adquirir, de nuevo, no veo sentido en atacar al sistema, hay que despertar a la gente.
Para mi el disfrutar de la vida consiste en conocer, comprender y compartir, tal vez por eso me decidí en su momento por estudiar derecho, considero que al igual que la psicología o la sociología abarca una gran cantidad de "terreno" que permite explorar distintas maneras de pensar, conceptualizar y comprender la complejidad humana. Como lo dije anteriormente, las leyes representan solo una parte muy limitada de la gran masa intelectual que produce la vida en general, una vida no alcanzaría para comprender todo lo que pasa en este mundo tan lleno de libertades; la manera más efectiva de intentar y poder hacerlo, es conocernos a nosotros mismos, darnos cuenta de que en realidad no existen límites para nuestra existencia y a la vez responsabilizarnos de tal situación con el fin de que los demás también puedan disfrutar armónicamente de ella. Somos la consecuencia de muchas consecuencias que han trascendido hasta aquí y como tal, nuestro trabajo consiste desentrañar nuestra esencia de la maraña de mentiras que puedan coexistir con nosotros y así, disfrutar a plenitud de los sonidos, texturas, sabores, colores, olores, ideas y sentimientos de los que estamos hechos.