8 de junio de 2012

A CUARENTA Y UN AÑOS DE AQUEL JUEVES DE CORPUS



(Nota del dueño del blog: Utilizo este espacio -casi abandonado- para difundir una reflexión de mi papá a 41 años de uno de tantos días que han quedado marcados en la memoria social y política del país. En aquél momento la participación política de la sociedad se vio disminuida literalmente por la vía de las armas y la violencia; hoy los medios para disminuirla se materializan con otro tipo de armas y violencia, las que atacan al pensamiento. La conciencia siempre ha sido la respuesta para la solución de nuestros problemas... ¿En qué momento la perdimos?)


En 1971, el PRI gobernaba el país (si es así puede llamarse a las innumerables tropelías de ese grupo –gobierno?- en el poder) Luis Echeverría era el autoritario presidente, cuyo antecedente de culpabilidad en el genocidio del 2 DE OCTUBRE DE 1968 EN TLALTELOCO, difícilmente podrá ser borrado de la memoria colectiva. Una manifestación estudiantil fue cruelmente reprimida en los alrededores de la escuela Normal de Maestros, principalmente en la Avenida Rivera de San Cosme y Circuito Interior, antes Instituto Técnico. Más de un centenar de muertos e innumerables heridos provocó el ataque del tristemente grupo llamado “halcones”, enviados por Echeverría a detener esa manifestación; primeramente atacaron a los estudiantes con varas de bambú y a golpes, pero fueron repelidos por la columna de estudiantes; entonces, con armas, pistolas y rifles, y el apoyo de personal de la policía del entonces Departamento del D.F., quienes transportaban dichas armas en patrullas y las denominadas “julias”. -Yo personalmente (Adán Rivera, 67 años) fui testigo de la forma en que descendían de camiones de basura, así transportaron a quienes posteriormente supimos se trataba de los tristemente célebres “halcones”, jóvenes de evidente clase humilde, quienes se diferenciaban del vestir, humilde también, de los estudiantes que venían en la manifestación. Los operadores del camión entregaban las varas de kendo y palos. Acompañado por una amiga recorrimos los alrededores y durante la balacera, en San Cosme, en Avenida de los Maestros, sacamos del lugar del conflicto a decenas de estudiantes- A los heridos que fueron trasladados al Hospital “Rubén Leñero” de la Cruz Verde, grupos de halcones acudieron por los que encontraban, los sacaron para rematarlos en otros lugares. Los “halcones” cobraban su sueldo en el METRO, como personal de intendencia, eran comandados por un militar capacitado en la “Escuela de las Américas” en USA. Manuel Díaz Escobar quien con  algunos de sus principales mandos, surgieron de la Brigada de Fusileros Paracaidistas, entre ellos, Víctor Manuel Flores Reyes, Rafael Delgado Reyes, Sergio San Martín Arrieta, Mario Efraín Ponce Sibaja y Candelario Madera Paz, los cuales entrenaban sus hombres en los llanos de las colonias San Juan de Aragón y Cuchilla del Tesoro, en la delegación Gustavo A. Madero. Un crimen de estado que a 41 años de haberse perpetrado, la “pronta justicia señaló recientemente que hubo delito, homicidios, pero que no había culpables. Desde luego siempre hemos dicho quienes fuimos parte y testigos de hechos como éste y los de 1968, así como los acaecidos durante la “guerra sucia de los setentas” que Echeverría, el regente de aquel entonces  Alfonso Martínez Domínguez, el “alconso”, los mandos militares, policiacos y gubernamentales fueron los directamente responsables de éstos innumerables asesinatos. Entonces así gobernaba (?) el PRI, quien tal parece se enfila para volver a hacerlo a partir de 2012. El clima autoritario se ha mantenido aun cuando la alternancia política apareció en el año 2000, pero no así el avance democrático que anhelamos, por ejemplo la representación empresarial que la actual “Ley de Cámaras Empresariales y sus Confederaciones” otorga únicamente a tales organizaciones, marginando a los millones de pequeños empresarios que no están afiliados a ellas, así también niega la representación PYME ante los organismos tripartitas como lo es el IMSS, INFONAVIT, STPS y otras tantas. NO DEBEMOS PERMITIR EL REGRESO  DEL PRI, CON SU NUEVA CARA, LA DE PEÑA NIETO, LA TRISTE HISTORIA DE  AUTORITARISMO, IMPLÍCITA LA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD. El movimiento #YOSOY132 es un fiel reflejo de la necesidad social de una democracia verdaderamente participativa, QUE DEBE CONVERTIRSE EN LA COLUMNA VERTEBRAL DE LA RESISTENCIA CIUDADANA, ANTE LOS EMBATES DEL MAL GOBIERNO, NO IMPORTA CUAL SEA EL PARTIDO EN EL PODER.

28 de enero de 2012

Un son

La muerte me sabe a son,
pero a son desangelado,
porque no encontré a tu lado,
espacio para mi amor.

Amor del que cae en verano,
del que se tuesta al sol,
del que no vendo, regalo!,
amor de mi corazón.

1 de enero de 2012

GRACIAS!!!

-A tod@s los que han hecho del 2011 uno de los mejores años.
-Cosas por recordar hay muchas: mi cédula profesional, un nuevo hogar y Cuba.
-La verborrea no será la que gobierne esta noche.
-Compartamos más años juntos!!!
-Que haya buena vida!!!
:D

4 de abril de 2011

Nocturno


Noche paciente de sereno andar,

en tu espacio fundo amor con verdad,

no el que ellos dicen que es real,

no la que engaña y mata al azar.



Noche tranquila de sueño ancestral,

refugio silente del alma voraz,

no dejes que la luz sea tan fatal

y destruya al reducto de mi libertad.



Noche indomable de obscuridad creativa

presente a la orilla de mi lecho mortal,

si he de morir antes del día,

procura que el Sol se entere jamás.



1 de enero de 2011

A un año... (balance ejercicio 2010)
















-Nota y primer alerta al lector.- La presente entrada comenzó a escribirse aproximadamente a la 1:30 de la mañana dentro de un automóvil con dirección a mi casa, la he terminado más de doce horas después debido a que en algún momento llegué a mi casa y se presentaron obstáculos tecnológicos para continuar con la escritura, además de siestas intermitentes, fríos inclementes y hambres urgentes.
La foto muestra lo nublado del primer día del año, igual que lo fue el primer día del año que ya terminó. A pesar de ello, la luz siempre encuentra la manera de hacerse presente, aunque sea por reflejos.
Lo que a continuación leerá lo hará bajo su propio riesgo, si conoce al autor, podrá dilucidar el sinsentido de sus argumentaciones e ideas planteadas, si no lo conoce, tal vez debería...

Ha pasado un año desde la última vez que escribí en este blog. Me es grato decir que muchas cosas positivas han ocurrido durante este tiempo (también malas, pero el equilibrio debe manifestarse de alguna manera). La más sobresaliente, en lo que al campo académico se refiere, se materializó con el término de mi carrera universitaria. Así, es, aunque no lo parezca, tengo una licencia (ahora en trámite administrativo) para ejercer el derecho, irónicamente tomé protesta con el brazo izquierdo levantado.

Este es un logro que sin lugar a dudas considero trascendente, ya que es el fruto de aproximadamente veintiún años de interacción académica constante (llámese ir a un recinto a que a uno le inculquen ideas -uno nunca deja de aprender-), después de los cuales puedo decir que nunca reprobé, recursé o hice algún examen extraordinario de alguna materia. En realidad no se qué significado real tenga lo que acabo de escribir, podría ser que a la vista de los demás pueda considerarme una persona constante y dedicada, o bien, que me he privado de situaciones que podrían darme una perspectiva más amplia de la que tengo hoy en día (ahora me vienen a la mente las palabras de muchos que me decían: "si nunca has hecho un extra, no has vivido"). Como quiera que sea, la razón de que tal hecho haya acontecido no se debe a una obsesión por ser el mejor o por tratar de sobresalir, nada más alejado de la realidad, cuestión absolutamente comprobable para aquéllos que me conocen, ya que pienso firmemente que la trascendencia y notoriedad no son aspectos que se obtienen por aquéllo que uno posea o haya logrado ("dime qué o cuánto tienes y te diré quién eres"), sino que debe ganarse con las acciones y actitudes que llevamos a cabo día a día.

Con esto solo pretendo dejar en claro que una persona es perfectamente capaz de alcanzar las metas que se propone, claro, la influencia de las personas que se encuentran en nuestro entorno es toral. Al respecto tengo que decir que la culminación de mis estudios responde a la influencia de muchas personas, en realidad, de todas y cada una de las personas a las que he tenido la fortuna de conocer ya que cada una ha aportado en mayor o menor medida un tanto de su esencia que me ha permitido descubrir y conocer aspectos de mi persona que han repercutido directamente en todos y cada uno de los actos que he realizado. Para que alguien pueda lograr las metas que se propone hace falta, antes que nada, que existan metas. ¿Qué podría ocurrir si alguien de pronto se encuentra sin anhelos?

Es claro que las aspiraciones representan la base fundamental de nuestros logros, una vez que se cuenta con una idea perfectamente visualizada de aquéllo que queremos realizar, el camino para llegar a ello en absoluto se torna complicado, la complicación se encuentra en el momento de gestación de la idea o anhelo en cuestión. Somos absolutamente libres de hacer lo que queramos y a la vez, somos nosotros los primeros que ponemos límites a nuestro actuar.

Las leyes son una representación abstracta de aquéllo que el ente social considera que, de manera general, son sus límites. Dentro de toda la gama de ramificaciones que podemos encontrar en el basto y cambiante campo del derecho, considero que la más primitiva (esto es, aquella que responde a aspectos en extremo básicos del actuar humano) se encuentra en la rama penal, aquélla que se dedica a estudiar y en su etapa final, juzgar crímenes o delitos, actos que la sociedad considera peligrosos para su propia existencia (no puede existir sociedad si la misma se aniquila). A razón de ello, los primeros límites que nos establecemos se configuran en aquéllos que permiten el completo desarrollo de nuestra existencia, vivir. Claro está que siempre existirá un riesgo constante de que un día por la calle nos encontremos a alguien que haya decidido no establecer o hacer caso a ese límite personal y social o que simplemente se encuentre en una etapa experimental de su vida en la que haya decidido explorar la infinita cantidad de posibilidades que le ofrece su eterna libertad, y justo el día en que nos lo encontremos, en lugar de dar un abrazo, haya decidido dar un balazo.

Nuestra completa libertad nos afecta en la medida en que nos hacemos responsables de las consecuencias de los actos que llevamos a cabo, de igual forma, afecta a las personas que nos rodean. Aristóteles definía al hombre como un zoon politikon, ya que a la par de los animales, somos seres sociales, pero debido a la capacidad de razonar, somos a la vez políticos. Con éste término quiero hacer referencia a las reglas o límites que establecemos personalmente y que representan nuestras bases para regir nuestros actos dentro del ente social, y en un segundo plano, a la intervención que se pudiera tener en los asuntos públicos estatales, ya que los primeros traerán como consecuencia en mayor o menor grado a la segunda. Así entonces, las decisiones que tomemos y finalmente, los actos que llevemos a cabo tendrán repercusión en el entorno en que nos desarrollemos, afectando directamente a las personas que se encuentren más cercanas a nosotros para continuar extendiéndose en tiempo y espacio.

Como es apreciable desde este punto, a pesar de nuestra aparente individualidad y de que pensemos que las decisiones que tomemos no tendrán más afectación que hacia nosotros mismos, en realidad pertenecemos a un ente que en sí representa una totalidad, entidad que de alguna u otra forma buscará encontrar un equilibrio a razón de lo que se considere permitido o no socialmente, el derecho. En este punto es preciso decir que el derecho no es la panacea para todos los problemas sociales que puedan presentarse, de hecho, puede convertirse (lo es) en un problema social en sí y bastante fuerte, ya que quien o quienes tienen el poder fáctico dentro de un estado, serán quienes dicten las leyes y quienes velarán por su correcta aplicación, mismas que responderán a su muy particular forma de entender los límites que se deben tener, o bien, a sus propios intereses. De esta forma puede verse al derecho como un medio `e control, ya que a través de él y de la capacidad de hacerlo valer (la forma al parecer más efectiva y utilizada hasta ahora es la violencia, por ello el derecho internacional aún tiene como estandarte a la buena fe, ya que las instituciones que promueven la paz mundial y el correcto desarrollo de los países, no podrían a la vez ser la fuente de la guerra, ¿o si? -George Orwell en 1984 hacia referencia a que: "la guerra es la paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza-) es posible moldear el desarrollo de un país o conjunto social, moldearlo a razón de la percepción de individuos que muchas veces no han tomado plena conciencia del entorno en el que se desarrollan.

Es imposible que alguien que carezca de control de sí mismo pueda controlar alguna otra cosa, mucho menos a un país. Ir en contra de un sistema establecido y completamente arraigado, de una maquinaria que se ha vuelto tan grande y pesada, es infructuoso y en extremo complicado. Tratar de derribar una muralla requiere de un trabajo incansable, pero este también debe ser efectivo. Por ello considero que los cambios sociales deben empezar como cambios individuales. Se ha demostrado que las revueltas sociales que no encuentran bases sólidas y solamente son propiciadas por descontentos carentes de objetivos concretos e inamovibles, a largo plazo se transforman en monstruos amorfos y peligrosos, aniquiladores. Debemos ser conscientes a nivel individual de que formamos parte de algo mucho más grande, en ese sentido, debemos asimilar que todos los actos que efectuemos traerán como consecuencia resultados que repercutirán mucho más allá de nuestro hogar y así, empezar a desenmarañar nuestro interior en busca de aquéllo que realmente queremos. La plena conciencia puede darnos la pauta para marcar nuestros límites, mismos que serán orgánicos, es decir, propiciarán la armonía y permitirán un completo desarrollo de la vida en función de un bienestar equilibrado. En este punto, el derecho como ho conocemos ya no tendría una aplicación real, ya que cada individuo tendría en su interior los aspectos generales que le permitirían desenvolverse en el entramado social, aquí podría encontrarse un sentido o explicación para el seppuku o hara-kiri, suicidio que responde al hecho de evitar cualquier tipo de deshonra derivada de la realización de un delito o falta.

Segunda alerta al lector: si decidió comenzar con la lectura de este texto, debo informarle que a continuación se verterán aún más ideas utopistas o delirantes de las ya expresadas a las que tal vez no se les encuentre sentido alguno, si no está preparado para leer sandeces, deténgase ahora y utilice la herramienta de comenparios para hacer sentir bien al autor, de lo contrario, continúe bajo su propio riesgo.

Aquí podríamos pensar que al igual de lo escrito anteriormente, resultaría muy subjetivo conceptualizar al honor y en ese orden de ideas podría caerse en la misma falacia. No es así, la conciencia es la herramienta fundamental para que ello no suceda. El único lugar en el que podemos encontrar cohesión para nuestra aparente individualidad es en nuestra propia esencia humana. Resulta común la frase que reza: "en esencia, todos somos iguales", y no es que lo seamos, sino que, en esencia, todos somos lo mismo.

Creo que en este año que acaba de terminar he reafirmado muchas ideas que se encontraban en mi cabeza, cuestiones que en absoluto considero absolutas (jaja...), debido a que en este mundo todo es cambiante, nada se encuentra estático. Una de ellas es la aplicación inequívoca de la verdad. Conducirse con verdad en cualquier aspecto de la vida es fundamental para lograr tomar plena conciencia de quiénes somos; como anteriormente lo mencioné en relación con la sociedad en general, los únicos límites que debemos rechazar son aquéllos que restrinjan nuestro desarrollo a plenitud, la producción de ideas, arte, la armonización con nuestro entorno, con nosotros mismos.

Así, con una exploración a conciencia, real y verdadera de lo que somos, podemos dilucidar armónicamente lo que queremos. En algún otro momento en este blog publiqué algo acerca del amor y de cómo éste también debería regir nuestro actuar (creo...), pues bien, ahora considero que el amor no es más que la comunión de nuestra dualidad, compuesta por el lado emocional y el racional. El amor muchas veces es comprendido de muy distintas formas y en otras tantas confundido con otra serie de conjunciones entre razón y sentimiento que no son armónicas (querer querer no basta, hay que querer querer en conciencia y en armonía), esto trae como consecuencia que el sufrimiento y la depresión se hagan presentes y que nos adentremos en una serie de mentiras que nos palían las afecciones al mismo tiempo que nos alejan de nuestra esencia. Como consecuencia de una de tantas caminatas sin música surgió esta frase: "en la búsqueda de la soledad, nos conformamos con la vaguedad de nuestras mentiras".

Considero que la soledad no es un aspecto negativo, por el contrario, a través de la soledad podemos encontrar la integridad de nuestra persona, cuestión que nos hará tomar mayor conciencia de lo que somos, sentimos y queremos, de nuestra esencia. Según yo, en la plena soledad es donde podemos darnos cuenta de que en realidad no lo estamos. Las mentiras que a diario nos inventamos hacia nosotros mismos, consecuencia de experiencias, acontecimientos traumáticos, codicias, ambiciones, desorientaciones, etc., se proyectan en actitudes y decisiones que a su vez provocarán tanto en nosotros como en los demás, una cadena interminable de proyecciones mentirosas o egos que nos alejen cada vez más de nuestra esencia. La soledad a la quiero referirme no es una soledad física, eso es imposible (recordemos el zoon politikon), la soledad a la que me refiero es una soledad de pensamiento, libre de dependencias o mentiras, de vicios. Existen personas que al llevar al extremo este tipo de soledad, aislándose completa y literalmente de todo tipo de influencia, al menos directa, logran una conexión plena con su conciencia esencial (los yoguis o lamas por ejemplo). Hacer un cambio tan radical en nosotros podría resultar extremadamente difícil (que no imposible), por ello, solo hago referencia a la soledad intelectual, aquélla que nos permita dilucidar con claridad qué es lo que queremos y hacia dónde deseamos llegar.

Bien podemos pasar una vida tratando de experimentar la infinita cantidad de posibilidades que nuestra libertad, aún coartada por aquéllos límites que nos permiten existir, nos brinda; en ese viaje podemos encontrar una infinidad de cosas, situaciones, artes, oficios, ideas, personas, etcétera que nos atraigan y que queramos explorar más profundamente, ante todo, la única manera en que podemos guiar tal libertad tan inmensa es a través de nuestros gustos, mismos que deben ser verdaderos y conscientes.

La vida es tiempo, y para nosotros, en lo que a este plano existencial se refiere, es finita (nadie tiene certeza plena de que no sea así), de esta forma, es preciso disfrutar cada instante sin apego alguno (la vida como tal tampoco debería ser un apego) pero con conciencia plena, conciencia que sin lugar a dudas lleva aparejada una dosis de responsabilidad. Los objetos materiales pueden representar un apego enorme para nosotros, ya sea por su valor comercial o sentimental; no hay que dejar de ver que dichos objetos son solo eso, y que por ninguna circunstancia podrán llegar a tener mayor valor que el que nosotros les podamos dar, es verdad que con el suficiente dinero uno puede hacer prácticamente lo que se le venga en gana, no obstante, el tamaño de la falacia en la que estaríamos cayendo iría en función del fin que quisiéramos perseguir al utilizarlo, "la intención es lo que cuenta", bien reza el dicho. En este orden de ideas, el salario no debería ser una manera de comprar la mano de obra que las personas pueden proporcionar -eso es esclavitud-, debería considerarse como la remuneración directa por la ayuda otorgada para alcanzar un fin esencial; aquí cabría hacer entonces una reflexión de las distintas maneras que existen para obtener un salario y los fines que se persiguen al efectuar el trabajo por el cual se percibe, de encontrar alguna cuestión que sea contraria a lo que consideremos como correcto o esencialmente verdadero, habrá que buscar la manera de intentar cambiarlo, no radiacalmente (ello conllevaría a que pudiéramos quedarnos sin fuentes de ingresos que nos permitan hacernos de las herramientas con las que planeamos alcanzar nuestros propios fines conscientes, circunstancia que igual sería benéfica ya que de actualizarse, nos permitiría al fin experimentar a plenitud una vida ascética -sí, quiero ser un ermitaño y qué?!?!?!-), sino a través de compartir las experiencias que de ahí podamos adquirir, de nuevo, no veo sentido en atacar al sistema, hay que despertar a la gente.

Para mi el disfrutar de la vida consiste en conocer, comprender y compartir, tal vez por eso me decidí en su momento por estudiar derecho, considero que al igual que la psicología o la sociología abarca una gran cantidad de "terreno" que permite explorar distintas maneras de pensar, conceptualizar y comprender la complejidad humana. Como lo dije anteriormente, las leyes representan solo una parte muy limitada de la gran masa intelectual que produce la vida en general, una vida no alcanzaría para comprender todo lo que pasa en este mundo tan lleno de libertades; la manera más efectiva de intentar y poder hacerlo, es conocernos a nosotros mismos, darnos cuenta de que en realidad no existen límites para nuestra existencia y a la vez responsabilizarnos de tal situación con el fin de que los demás también puedan disfrutar armónicamente de ella. Somos la consecuencia de muchas consecuencias que han trascendido hasta aquí y como tal, nuestro trabajo consiste desentrañar nuestra esencia de la maraña de mentiras que puedan coexistir con nosotros y así, disfrutar a plenitud de los sonidos, texturas, sabores, colores, olores, ideas y sentimientos de los que estamos hechos.

1 de enero de 2010

Del nuevo año y otras festividades...


Con el paso del tiempo he perdido el gusto de celebrar festividades sociales, del tipo de las que se marcan en los calendarios, llámese día del amor y la amistad, navidad o año nuevo, festividad que justamente en este momento ocurre en muchos lugares del mundo y que en algunos cuantos minutos se encontrará en su cenit en esta ciudad.

Tengo que dejar bien en claro que no tengo nada en contra de dichas festividades y mucho menos contra las personas que las consideran importantes, de hecho, hace poco escuchaba en el radio una especie de encuesta que realizaban con motivo de la celebración navideña, se cuestionaba a la gente acerca de su afinidad con la celebración y si consideraban que ésta es una exageración en cuanto a los gastos que se realizan; algún jóven entrevistado decía que a él no le gustaba la celebración porque se le hacía (palabras más palabras menos) una fecha muy comercial en que la gente compra en exceso cosas banales, carentes de utilidad real con el objeto de escapar de su realidad y poder vivir fuera de sí por algunas horas. Por el tono en que lo dijo al momento de escucharlo me pareció que bien pudo haber añadido alguna frase como: "Esa bola de borregos no sabe que todo es una treta del sistema capitalista para obligarlos a comprar, la gente es ignorante, ¿no ven que así no se avanza?..."; no es que yo sea derechista o que esté completamente a favor del sistema neoliberal-capitalista-globalizacionista-lo-que-sea, nada más alejado de la realidad, a pesar de los pesares sigo considerándome una persona de izquierda.

Lo que quiero decir es que ese tipo de argumentos cuyo fundamento es tan inamovible como el viento o las corrientes del mar me parecen de lo más absurdos e intrascendentes. Puede que comentarios como esos encuentren su génesis en una corriente ideológica cuyos principios se encuentren perfectamente consolidados, pero no por ello deben considerárseles aceptables en términos generales, sobre todo cuando se utilizan con el fin de hacer menos o poner una barrera que separe a "quien sí sabe" de "quien no sabe", ello los hace perder todo valor.

Lo mismo se puede decir de las personas que consideran como una "bola de revoltosos" a quienes marchan por las calles el 2 de octubre, "¿Qué no saben que el socialismo ya fracasó, que el Ché ya se murió, que la educación pública solo genera vagos y más cargos fiscales? Hay que trabajar, haraganes...". Tanto de un lado como del otro hay verdades y mentiras, sin embargo, enfatizando una vez más el punto que me obligó a sacar a colación este eterno discurso entre la izquierda y la derecha cuya única solución se puede encontrar en saber escuchar y sobre todo conciliar, es que la carencia de sentido real y bases sólidas en los argumentos esgrimidos es completamente inaceptable. A mi manera de ver las cosas, cuando una persona racionaliza es muy válido cuestionar, iquirir y juzgar; cuando una persona siente, no lo es tanto.

Bajo esta tesitura, si las personas actúan conforme a lo que dictan sus sentimientos (cuestión sumamente básica en el comprotamiento humano, -y no por básica menospreciativa, todo lo contrario-) las manifestaciones de alegría o regocijo en cualquiera de estas fechas gozan de completa validez y deben ser en extremo valoradas y apreciadas.

Para mi, estas fechas no representan en sí algo sobrevalorativo, a decir verdad, conforme ha pasado el tiempo me he dado cuenta que al menos para mi, no representan una cuestión más importante que cualquier otro día. Para mi, todos los días tienen un valor especial y único, ya que el tiempo es el bien más preciado que un ser humano puede tener, en él se contiene la vida misma: las experiencias, conversaciones, alegrías, frustraciones, dudas, certezas, absolutamente todo. De este modo, vivo en una constante veneración (que no celebración) de todo lo que me sucede (bueno o malo) y de toda persona que me rodea.

La cuestión fundamental con mi presunta apatía ante estas fechas es que la mayor parte del tiempo mi actuar responde no a sentimientos, sino a ideas racionalizadas que son perfectamente cuestionables y para las cuales hay una respuesta que cualquiera puede obtener, el que la diga o no, o bien, mienta al respecto depende de más ideas que he racionalizado previamente. A lo que voy es que las celebraciones deben ante todo nacer de los sentimientos, el júbilo y la alegría son consecuencia de un hecho que no puede describirse con lógica o matemáticas (claro que se puede, solo es una frase para hacer hincapié en la idea que quiero dar a enteder). El festejo conlleva una manifestación externa de alegría, y si esta no es suficiente para externarse, entonces la celebración no puede existir.

En días como hoy, es importante apreciar el transcurso del tiempo haciendo un recuento de las cosas que se han logrado cuando un ciclo termina, como ocurre también en la fecha en que uno cumple años. Pues bien, durante el año que concluyó celebré muchas cosas: hubo cambios importantes que a nivel personal realicé, cerré muchos círculos que hacía tiempo estaban abiertos, terminé una carrera, fuí a muchos conciertos, conocí gente nueva, etc..., lo malo de estos inventarios es que también se deben contabilizar las cosas que no han cambiado y que siguen igual. Claro está que en la balanza al final se decide todo, afortunadamente las cuestiones positivas tienden a pesar mucho mas que las negativas.

La importancia de hacer un recuento de tal magnitud radica en tratar de recordar el por qué de nuestros actos, para mi no hay algo más provechoso en esta vida que encontrar un sentido de peso en las cosas que realizo, el por qué, cómo y para qué. Ya no encuentro provechoso al hecho de hacer las cosas solo "porque sí", (como dije anteriormemte, me gobierno más por la razón que por los sentimientos).

Hace no mucho leí una frase: "¿Entonces es posible justificar la propia existencia, aunque sea un poquitito?". La decía un personaje que había realizado muchas cosas en su vida, viajes, lectura, demasiadas experiencias, sin embargo, nada lo llenaba, su existencia se había convertido en algo de lo que el mundo podría prescindir sin que importase. Un buen día al escuchar una canción descubrió que aquél que la escribió y quienes la interpretaban, bien pudieron haber vivido las vidas más miserables del mundo, que seguramente a nadie le importaba lo que hicieron o no, pero a pesar de ello, a él le gustaba el ritmo y la manera en que la cantante deslizaba su voz por las notas de la canción, eso lo orilló a preguntarse qué habría sido lo que motivó a aquéllos músicos a escribir e interpretar esa melodía en particular, sin importar si seguían vivos o ya estaban muertos, él quería saber el origen de la canción; en ese momento, descubrió que la existencia no es del todo prescindible, ésta adquiere su valor cuando encuentra su justificación, cuando es capaz de trascender en el tiempo y seguir actuando en las demás personas.

Creo que todo lo que uno hace o deja de hacer siempre tiene una repercusión en las personas que nos rodean, es ahí donde yo encuentro la justificación al menos de mi existencia. Desde hace ya algunos años tengo bien firme la idea de que todo aprendizaje, experiencia o situación vivida genera sabiduría, misma que debe compartirse, de lo contrario, se convertiría en una existencia estéril e injustificada. Si bien la eternidad no existe y la trascendencia no es segura, al menos es necesario hacer todo lo posible por estar satisfechos con nuestros actos.

Los regalos son otro aspecto de las celebraciones que no se debe dejar de lado. Es la externalización más común del júbilo generado por la celebración de un evento, es la consecuencia lógica de la manifestación de alegría. Cuando uno celebra, uno invariablemente regala, ya sea por lo menos afecto o bien una cosa material.

Mi política sobre los regalos es que estos no deben ser producto de una obligación, pues en la lógica que he manejado a lo largo de estos párrafos, nadie está obligado a sentir. Un regalo material no es cualquier cosa, es un bien que perteneció a una persona, producto de su trabajo y esfuerzo, que será aprovechado por alguien más. Por ello considero que los regalos deben tener un significado. Uno (yo) no anda por ahí regalando lo primero que se ecnuentra en el camino, si uno va a regalar algo, ese "algo" debe ser un reflejo del sentimiento que provocó hacer tal gesto.

Los "regalos por obligación" o en general todas las cosas que se hagan o sean consecuencia del lado racional de las personas, se disfrutan menos que aquéllas que se realizan de manera íntegra, es decir, cuando se hacen o son consecuencia de la interacción de la parte racional con sentimental.

Como es fácil de dilucidar, la dualidad de mi forma de pensar es algo que me mantiene ocupado en estos días, a decir verdad, es tan interesante como tratar de encontrar la explicación de todo lo que ocurre alrededor (esa última oración pretendió ser sarcástica). En realidad uno no debería de encontrar una explicación para todo, como decía antes, las cosas irracionales se disfrutan más, que es tanto como decir que todo este lío de palábras no tiene sentido alguno.

Hoy en particular no tengo mucho qué celebrar, esto lo puedo afirmar porque estoy sentado frente a una computadora tratando de escribir ideas que de seguro cuando algún otro día las lea me daré cuenta de lo mal redactadas que están, o bien, como refería en los primeros párrafos, de la falta de sentido que tienen, sobre todo si escribí y borré gran cantidad de párrafos y pensamientos que nunca verán la luz, al menos no en esta publicación. Como quiera que sea, estimé importante escribir estas cosas, ya sea como una especie de distracción o como un recordatorio personal.

4 de septiembre de 2008

De la frivolidad de lo inexistente

Después de un muy buen rato de no escribir cosa alguna por acá, he decidido que este post comience de la siguiente manera, aunque bueno, en realidad, pues ya empezó…:

Dos frases me han dado vueltas en la cabeza en los últimos días y gracias a ellas, pensé en escribir algo en este blog de nueva cuenta. Una se derivó de un libro que leí hace como dos libros (tomando al tiempo como medida, ya tiene como diez meses), es una frase de Milán Kundera que me atrapó por completo debido a la veracidad que comprende. La segunda frase llegó a mi por casualidad hace como dos semanas, y de manera excepcional, se complementa perfectamente con la primera.

Resulta que un domingo en la mañana-tarde, estando solo en mi casa, al despertar prendí el radio, por lo regular cuando eso sucede los días en que no tengo que pararme a hacer algo, el ritual a seguir consiste en que desde la cama, control en mano, sortee las memorias del radio hasta que encuentre una estación en la que estén pasando algo bueno. Para mi desventura, le di como tres vueltas a las quince memorias y nomás no salía nada. A la cuarta vuelta, noté que tanto en la estación de música clásica como en radio UNAM, estaban pasando exactamente lo mismo, y como la noche anterior había estado escuchando al buen Beto un rato, ps me dije “qué diablos… habrá que escuchar, si está en las dos estaciones, debe estar bueno…”.

Resultó que era un concierto de la Orquesta Sinfónica de Minería, y con razón de la celebración de los treinta años de dicha agrupación, el director y compositor Luis Herrera de la Fuente (que colaboró por muchos años en ella) estrenó una obra que dedicó a tal hecho, una tal “M30”, que para mi mala fortuna no escuché completa, de hecho, solo escuché la parte final, porque fue ese el momento en el que me dí cuenta de que las dos estaciones coincidían. También tocaron un concierto para violín y orquesta de un tal Philip Glass, que a pesar de ser gringo, no hizo tan mal su obra, (jeje, no es cierto, sí se rifó el bato ese) y la excepcional sexta sinfonía “Patética” del enorme Piotr Illych Tchiaikovsky, con todo y carga anecdótica.

Total, en el intermedio pasaron una entrevista con el director, persona que a pesar de lo que uno podría pensar por su edad, refleja una gran vitalidad y carisma. La entrevista se enfocaba en su mayoría a su desarrollo como director y a las implicaciones que este puesto le traía al tratar de sacar a flote su lado compositor.

Gracias a la reputación que a pulso se ha ganado mi memoria, muchas de las frases y anécdotas que compartió se me escaparon de la mente, sin embargo, una frase en particular, la causante de todo este preámbulo, fue la que se me quedó grabada y que además, por mero ejercicio de asociación, atrajo a mi mente aquélla de la que hablaba en un principio.

Tras todo este bla bla bla explicativo, empezaré a escribir lo que creo es el tema fundamental de este post juntando las dos frases, (primero la segunda y luego la primera), cuestión que también planteé como posibilidad para empezar este escrito que ya tiene dos intentos fallidos de inicio (pa’ mi que el autor nomás no sabe qué es lo que quiere… escribir en este caso).

En un mundo en el que nada tiene importancia y en el cual, la inexistencia del retorno es imperante, todo está perdonado de antemano y por tanto, todo cínicamente permitido.

La frase en su conjunto brinda al principio los parámetros en los que fundamenta las subsecuentes dos afirmaciones.

En primer lugar (que en realidad es la segunda frase, aquélla que capté de inmediato en la entrevista de la que hablaba), se avoca a hacer la afirmación de que nada en este mundo importa, en otro sentido, todo carece de valor. Desde mi punto de vista esta frase puede tomar dos caminos: por un lado, el hecho de que “las cosas” (el todo) a las que implícitamente hace referencia esa frase, por su carácter individual y materia propia, no tienen valor alguno, no obstante, debe existir algo que sí lo tenga para que sea posible hacer una comparación y en ese sentido se pueda llegar a tal conclusión, sin embargo, al negar que en este mundo todo lo que conocemos tiene valor, sería imposible entonces que exista tal cosa con la que se pueda hacer la comparación, porque hasta el momento no conozco a persona alguna que conozca otros mundos que puedan tener cosas que sí valgan la pena. Para mi, en ese sentido, la frase es incorrecta. (Qué?)

El otro camino que puede tomar esta primera afirmación consiste en el hecho de que todo carece de importancia debido a que las personas no le dan el valor que deberían a las cosas que les rodean. En ese sentido, esta frase tiene más sentido para mí. La capacidad comparativa que tenemos, como herramienta derivada de la razón, nos sirve para tomar decisiones que marquen una pauta a seguir. Muchas de las veces estas decisiones se basan en el beneficio que podamos obtener por hacer tal o cual cosa. El valor de “las cosas” entonces, a mi parecer, tiene una relación directa con el beneficio que estas mismas nos otorgan a cambio, cuestión que a la hora de ponerse en práctica resulta por demás subjetiva, como dicen por ahí: “en gustos se rompen géneros”; el valor que una persona le de a una cosa en específico, no será el mismo que otra persona pueda considerar que tiene.

Bajo esta manera de entender esta frase, podemos afirmar entonces que las personas en este mundo, devalúan todo lo que esta a su alrededor, de manera general, nadie otorga importancia a lo que pasa y a lo que hay. Al llegar a este punto, surge una pregunta por demás lógica y sincera: ¿por qué?...

Me parece que la respuesta se encuentra inmediatamente después del lugar de donde surgió la pregunta. “la inexistencia del retorno es imperante”.

La vida o el ciclo de todo lo que conocemos, al menos en una forma individualista de ver las cosas, (sin atender a cuestiones genéricas que puedan dar otro punto de vista, que en tal caso sería erróneo), transcurre en una manera estrictamente lineal, no hay cosa alguna que regrese a su punto de origen más de una vez, y si lo hace, no lo hará de la misma manera que como llegó la primera vez. Me parece que anteriormente ya había utilizado el siguiente refrán griego para tratar de explicar un punto en específico (me parece que es de Herácito), pero aquí también va ad-hoc con lo que quiero dar a entender: “No se puede descender dos veces por el mismo río, pues cuando desciendo el río por segunda vez, ni yo ni el río somos los mismos”. Teniendo ello en cuenta, es imposible que un evento se repita de nuevo, por tanto, es impensable que vuelva a existir. Lo que fue, fue y no será más.

Aquí también es posible visualizar una divergente que es interesante analizar: debido a que nada en este mundo se repite, todo se aprecia más, o bien, atendiendo al sentido de la frase que saca a colación todo esto, a sabiendas de que nada va a regresar y que en tal caso la conciencia y la moral son las únicas cosas que podrían traer repercusiones (internas o razonables), todo se desprecia y a todo se le quita valor por el simple y llano hecho de que no regresará una vez más para brindar el beneficio que podría otorgar de regreso. En esas circunstancias, ¿para qué tomarse la molestia de hacer algo que a fin de cuentas solo se dará una vez? Esta última pregunta lleva una gran carga de egoísmo y codicia implícita, ya que no se espera que el beneficio sea para alguien más, y además, no resulta suficiente que ocurra solo una vez, es necesario que se convierta en una especie de constante que provea de beneficios durante todo lo que dura un ciclo determinado. También sería importante mencionar el hecho de que dichos beneficios pueden obtenerse por otros medios que no impliquen tanto esfuerzo, como puede ejemplificarse con el conocido efecto que produce comer grandes cantidades de chocolate, para este caso, el interés en esforzarse por conseguir una cosa en específico se pierde al encontrar medios alternativos que provoquen efectos o beneficios parecidos.

Con la base de esta frase más o menos desmenuzada, es posible pasar a las afirmaciones que la componen en su última parte. En primer lugar, nos encontramos con que “todo está perdonado de antemano”.

El perdón implica necesariamente un acto de reflexión, un ejercicio de conciencia en el que algo que cause una afectación sea admitido como un hecho que ya no lo causa más y que en tal caso ha quedado superado por ese mismo ejercicio reflexivo. El perdón es una acción concienzuda, sin embargo, con los antecedentes que tenemos, se convierte en una cuestión total y absolutamente trivial.

Relacionado con la frase, la reflexión y el acto de conciencia son cosas que necesariamente, en algún punto de ese ciclo lineal, se tienen que dar; tarde o temprano el perdón se hará presente, por tanto, ¿para qué esforzarse en pensar o reflexionar?, mejor, y siguiendo la ley del menor esfuerzo, por ¿qué no simplemente se otorga el perdón y ya? En caso de que el perdón no llegue o no se logre en un ciclo individualizado, a nadie más le va a importar...

Como último punto, tenemos la afirmación que culmina la frase, “todo cínicamente permitido”. “Cinismo” es una palabra que encierra desvergüenza, descaro, mentira, etc. El cinismo es una falta de respeto a la persona que lo ejerce, es un automutilamiento derivado de una perspectiva en la que el objeto u hecho al que le recae, carece de importancia; si en verdad importara o tuviera valor, no se tomaría tan a la ligera como para provocar una afectación mayor, representada por el hecho de ir en contra de uno mismo, al menos en contra de la conciencia y en su caso, de la moral. De esta manera, yendo en contra de nosotros mismos, es como permitimos todo alrededor, la existencia de las demás cosas que cohabitan con nosotros en realidad no nos importa, y bajo la idea de la frase en cuestión, nuestra propia existencia no tendría por qué tener importancia.

Esta última afirmación, la que habla de nuestra existencia, no me gusta en lo absoluto, considero que al menos nuestra existencia, “en un mundo donde nada tiene importancia”, sí la tiene. A través de ella podemos experimentar y disfrutar de la fugacidad de las cosas y de sus efectos, muy a pesar de que estos no tengan relevancia alguna. La relevancia, como ya quedó establecido, depende de quién se la otorgue y si es que lo hace.

La ilusión creada respecto del valor que una persona le otorga a una “cosa” o “circunstancia” en específico (ilusión visible desde una perspectiva ajena al suceso, ya que para la persona que la crea, es completamente invisible, convirtiéndose en verdad palpable y latente), es lo que le hará salir de “la frase” para trascender a un punto en el que el vínculo establecido entre la “cosa” o “circunstancia” y la persona se convierte en otra ilusión.

Las ilusiones representan al igual que el cinismo una mentira, solo que a diferencia de éste, en las ilusiones no se es conciente del engaño, ya que el individuo sufre ese engaño a través de sus sentidos, engaño causado por un agente externo. En el cinismo, el individuo es el que engaña a sus sentidos o al menos a su conciencia, que es peor.

El punto a favor de las ilusiones es que permiten jugar con ellas y regodearse en sus efectos, la inocencia es el motor fundamental para caer y disfrutar de todo tipo de ilusiones. La experiencia permite distinguir el acierto del error, no obstante, la experiencia es fruto del error más que de el acierto.

En tal caso, las ilusiones no existen, son una ficción que se inventa, pero que igual se vive y se experimenta. Como ejemplo de una ilusión que es producto de la invención, podemos señalar al placer o bienestar que se obtiene después de ver el fondo de una botella de whiskey en una reunión con amigos, la bebida es el agente externo que proporciona una alteración en los sentidos, provocando un ambiente relajado en el que se puede encontrar una cierta paz y tranquilidad. Otra ilusión que se puede señalar es la soledad. La soledad es una ilusión porque en realidad no existe, siempre hay alguien alrededor.

La ilusión de la soledad es provocada, por una circunstancia consistente en la aparente falta de personas, sin embargo, aunque físicamente no se encuentren, nuestros actos de alguna u otra manera se regirán por las aportaciones que a lo largo de nuestra vida hemos recibido de todas las personas que hasta el momento hayamos conocido. De este modo, la soledad como hecho es material y racionalmente inexistente, pues implica la carencia de algo que en realidad abunda, sin embargo, como fenómeno ilusorio, surge en el momento en que todos los sentidos de un individuo convergen en la idea de que tal atrocidad puede ser verdadera. La soledad sería más llevadera si en verdad existiera.

Pues bien, creo que hasta aquí ha de llegar este escrito, como es de notar, no había una idea clara sobre la cual escribir, en realidad, creo que en todo lo escrito no hay alguna idea clara del todo....

Saludos!