1 de enero de 2010

Del nuevo año y otras festividades...


Con el paso del tiempo he perdido el gusto de celebrar festividades sociales, del tipo de las que se marcan en los calendarios, llámese día del amor y la amistad, navidad o año nuevo, festividad que justamente en este momento ocurre en muchos lugares del mundo y que en algunos cuantos minutos se encontrará en su cenit en esta ciudad.

Tengo que dejar bien en claro que no tengo nada en contra de dichas festividades y mucho menos contra las personas que las consideran importantes, de hecho, hace poco escuchaba en el radio una especie de encuesta que realizaban con motivo de la celebración navideña, se cuestionaba a la gente acerca de su afinidad con la celebración y si consideraban que ésta es una exageración en cuanto a los gastos que se realizan; algún jóven entrevistado decía que a él no le gustaba la celebración porque se le hacía (palabras más palabras menos) una fecha muy comercial en que la gente compra en exceso cosas banales, carentes de utilidad real con el objeto de escapar de su realidad y poder vivir fuera de sí por algunas horas. Por el tono en que lo dijo al momento de escucharlo me pareció que bien pudo haber añadido alguna frase como: "Esa bola de borregos no sabe que todo es una treta del sistema capitalista para obligarlos a comprar, la gente es ignorante, ¿no ven que así no se avanza?..."; no es que yo sea derechista o que esté completamente a favor del sistema neoliberal-capitalista-globalizacionista-lo-que-sea, nada más alejado de la realidad, a pesar de los pesares sigo considerándome una persona de izquierda.

Lo que quiero decir es que ese tipo de argumentos cuyo fundamento es tan inamovible como el viento o las corrientes del mar me parecen de lo más absurdos e intrascendentes. Puede que comentarios como esos encuentren su génesis en una corriente ideológica cuyos principios se encuentren perfectamente consolidados, pero no por ello deben considerárseles aceptables en términos generales, sobre todo cuando se utilizan con el fin de hacer menos o poner una barrera que separe a "quien sí sabe" de "quien no sabe", ello los hace perder todo valor.

Lo mismo se puede decir de las personas que consideran como una "bola de revoltosos" a quienes marchan por las calles el 2 de octubre, "¿Qué no saben que el socialismo ya fracasó, que el Ché ya se murió, que la educación pública solo genera vagos y más cargos fiscales? Hay que trabajar, haraganes...". Tanto de un lado como del otro hay verdades y mentiras, sin embargo, enfatizando una vez más el punto que me obligó a sacar a colación este eterno discurso entre la izquierda y la derecha cuya única solución se puede encontrar en saber escuchar y sobre todo conciliar, es que la carencia de sentido real y bases sólidas en los argumentos esgrimidos es completamente inaceptable. A mi manera de ver las cosas, cuando una persona racionaliza es muy válido cuestionar, iquirir y juzgar; cuando una persona siente, no lo es tanto.

Bajo esta tesitura, si las personas actúan conforme a lo que dictan sus sentimientos (cuestión sumamente básica en el comprotamiento humano, -y no por básica menospreciativa, todo lo contrario-) las manifestaciones de alegría o regocijo en cualquiera de estas fechas gozan de completa validez y deben ser en extremo valoradas y apreciadas.

Para mi, estas fechas no representan en sí algo sobrevalorativo, a decir verdad, conforme ha pasado el tiempo me he dado cuenta que al menos para mi, no representan una cuestión más importante que cualquier otro día. Para mi, todos los días tienen un valor especial y único, ya que el tiempo es el bien más preciado que un ser humano puede tener, en él se contiene la vida misma: las experiencias, conversaciones, alegrías, frustraciones, dudas, certezas, absolutamente todo. De este modo, vivo en una constante veneración (que no celebración) de todo lo que me sucede (bueno o malo) y de toda persona que me rodea.

La cuestión fundamental con mi presunta apatía ante estas fechas es que la mayor parte del tiempo mi actuar responde no a sentimientos, sino a ideas racionalizadas que son perfectamente cuestionables y para las cuales hay una respuesta que cualquiera puede obtener, el que la diga o no, o bien, mienta al respecto depende de más ideas que he racionalizado previamente. A lo que voy es que las celebraciones deben ante todo nacer de los sentimientos, el júbilo y la alegría son consecuencia de un hecho que no puede describirse con lógica o matemáticas (claro que se puede, solo es una frase para hacer hincapié en la idea que quiero dar a enteder). El festejo conlleva una manifestación externa de alegría, y si esta no es suficiente para externarse, entonces la celebración no puede existir.

En días como hoy, es importante apreciar el transcurso del tiempo haciendo un recuento de las cosas que se han logrado cuando un ciclo termina, como ocurre también en la fecha en que uno cumple años. Pues bien, durante el año que concluyó celebré muchas cosas: hubo cambios importantes que a nivel personal realicé, cerré muchos círculos que hacía tiempo estaban abiertos, terminé una carrera, fuí a muchos conciertos, conocí gente nueva, etc..., lo malo de estos inventarios es que también se deben contabilizar las cosas que no han cambiado y que siguen igual. Claro está que en la balanza al final se decide todo, afortunadamente las cuestiones positivas tienden a pesar mucho mas que las negativas.

La importancia de hacer un recuento de tal magnitud radica en tratar de recordar el por qué de nuestros actos, para mi no hay algo más provechoso en esta vida que encontrar un sentido de peso en las cosas que realizo, el por qué, cómo y para qué. Ya no encuentro provechoso al hecho de hacer las cosas solo "porque sí", (como dije anteriormemte, me gobierno más por la razón que por los sentimientos).

Hace no mucho leí una frase: "¿Entonces es posible justificar la propia existencia, aunque sea un poquitito?". La decía un personaje que había realizado muchas cosas en su vida, viajes, lectura, demasiadas experiencias, sin embargo, nada lo llenaba, su existencia se había convertido en algo de lo que el mundo podría prescindir sin que importase. Un buen día al escuchar una canción descubrió que aquél que la escribió y quienes la interpretaban, bien pudieron haber vivido las vidas más miserables del mundo, que seguramente a nadie le importaba lo que hicieron o no, pero a pesar de ello, a él le gustaba el ritmo y la manera en que la cantante deslizaba su voz por las notas de la canción, eso lo orilló a preguntarse qué habría sido lo que motivó a aquéllos músicos a escribir e interpretar esa melodía en particular, sin importar si seguían vivos o ya estaban muertos, él quería saber el origen de la canción; en ese momento, descubrió que la existencia no es del todo prescindible, ésta adquiere su valor cuando encuentra su justificación, cuando es capaz de trascender en el tiempo y seguir actuando en las demás personas.

Creo que todo lo que uno hace o deja de hacer siempre tiene una repercusión en las personas que nos rodean, es ahí donde yo encuentro la justificación al menos de mi existencia. Desde hace ya algunos años tengo bien firme la idea de que todo aprendizaje, experiencia o situación vivida genera sabiduría, misma que debe compartirse, de lo contrario, se convertiría en una existencia estéril e injustificada. Si bien la eternidad no existe y la trascendencia no es segura, al menos es necesario hacer todo lo posible por estar satisfechos con nuestros actos.

Los regalos son otro aspecto de las celebraciones que no se debe dejar de lado. Es la externalización más común del júbilo generado por la celebración de un evento, es la consecuencia lógica de la manifestación de alegría. Cuando uno celebra, uno invariablemente regala, ya sea por lo menos afecto o bien una cosa material.

Mi política sobre los regalos es que estos no deben ser producto de una obligación, pues en la lógica que he manejado a lo largo de estos párrafos, nadie está obligado a sentir. Un regalo material no es cualquier cosa, es un bien que perteneció a una persona, producto de su trabajo y esfuerzo, que será aprovechado por alguien más. Por ello considero que los regalos deben tener un significado. Uno (yo) no anda por ahí regalando lo primero que se ecnuentra en el camino, si uno va a regalar algo, ese "algo" debe ser un reflejo del sentimiento que provocó hacer tal gesto.

Los "regalos por obligación" o en general todas las cosas que se hagan o sean consecuencia del lado racional de las personas, se disfrutan menos que aquéllas que se realizan de manera íntegra, es decir, cuando se hacen o son consecuencia de la interacción de la parte racional con sentimental.

Como es fácil de dilucidar, la dualidad de mi forma de pensar es algo que me mantiene ocupado en estos días, a decir verdad, es tan interesante como tratar de encontrar la explicación de todo lo que ocurre alrededor (esa última oración pretendió ser sarcástica). En realidad uno no debería de encontrar una explicación para todo, como decía antes, las cosas irracionales se disfrutan más, que es tanto como decir que todo este lío de palábras no tiene sentido alguno.

Hoy en particular no tengo mucho qué celebrar, esto lo puedo afirmar porque estoy sentado frente a una computadora tratando de escribir ideas que de seguro cuando algún otro día las lea me daré cuenta de lo mal redactadas que están, o bien, como refería en los primeros párrafos, de la falta de sentido que tienen, sobre todo si escribí y borré gran cantidad de párrafos y pensamientos que nunca verán la luz, al menos no en esta publicación. Como quiera que sea, estimé importante escribir estas cosas, ya sea como una especie de distracción o como un recordatorio personal.

2 comentarios:

Axel dijo...

No está mal, aunque podrías dejar la idea principal más clara y quitar algunas secundarias. Casi todo lo que escribimos es por recordatorio personal. Debería arriesgarse a escribir de cuestiones eticas del derecho... un abrazo.

Pingüino dijo...

Mi estimado amigo, tiene ya 3 meses y 10 días que escribiste esto y apenas me estoy enterando (quizá mi falta de tiempo en los últimos meses, pero he vuelto y me haré el tiempo de ahora en adelante).

Leyendo tus líneas me di cuenta de que no pierdes el toque filosófico mostrado a través de tantos años que llevamos de conocernos, sin embargo pones justamente la "cuestión" en una encrucijada harto severa. Aquí lo importante sería tratar develar en sí mismo la razón de todo lo que expones; dado este tema, surgen a lo largo de tus palabras (siempre sinceras y "casi" en todo momento objetivas) varias vertientes: lo social, lo ético, lo tradicional, lo banal... vaya en palabras mas concretas lo verosímil e inverosímil de una celebración. En mi experiencia, el equilibrio es vital para todo sistema en tránsito (al igual que mis amadas matemáticas: ecuaciones), así pues, como has dicho en el post, la "conciliación" parece ser la solución mas evidente y sensata, pues eso mismo para mi significa equilibrio, y por ende armonía y raciocinio. Te mando un fuerte abrazo. Saludos.